Todo empezó con una primera llamada donde vimos lo especial que eran tanto Sofía como Federico, su manera de explicar lo que querían y deseaban para su gran día, así como darle la importancia a compartir tiempo con sus invitados fue la clave para saber que íbamos a encajar.

Sofía y Federico nos contactaron a través de una amiga que casamos hace unos años con la que compartieron infancia en Formentor todos los veranos. El vínculo con Mallorca viene ya de sus padres, aunque ninguno de ellos vive aquí sienten un especial cariño por la isla que les hace volver y volver cada año. Por eso mismo, decidieron que era el lugar dónde am­bos deseaban celebrar su unión.

Tenían las ideas claras por lo que no fue difícil encontrar es­pacios que les llamaran la atención por su arquitectura, su carácter o su magia, lo difícil era elegir cuál de ellos era el idóneo ya que tenía que reunir varios requisitos, no solo el es­pacio en sí, sino sus alrededores y la capacidad para crear la experiencia que ellos deseaban. Era fundamental que todos los invitados pudieran alojarse cerca los unos de los otros, compartir no solo el día en sí, sino el tiempo que pasaran en la isla todos juntos. Para ello, nos decantamos por el Puerto de Sóller, lugar idóneo donde es difícil no cruzarte con el vecino cuando vas a comprar. Así conseguimos su objetivo, pasaron días juntos disfrutando de diversas actividades con la familia y los amigos en la zona. Organizamos una preciosa velada la noche anterior a la boda en el puerto con los más de 200 asistentes donde se podía disfrutar de las vistas tanto del pueblecito costero como de los colores de su puesta de sol.

Para la celebración de la boda se decantaron por la Parroquia de Sant Bartolomé en pleno centro del pueblo solleric, su portal los enamoró desde el principio. La llegada de la novia a la plaza suscitó la expectación que siempre se espera en los pueblos, como no podía ser de otra manera. Sofía estaba deslumbrante, lucía un precioso vestido de corte clásico di­señado a medida por la increíble diseñadora madrileña Inés Martín Alcalde, lo más destacable era su precioso velo con pequeños bordados en forma de margaritas provenientes del vestido de novia de su madre. La ceremonia estuvo cargada de sentimiento desde la entrada de Federico con su hermana pequeña, en honor y representación de su madre, como la entrada de Sofía con su padre, ambos muy emocionados.

Tras la ceremonia dirigimos a los invitados hacia la estación del antiguo Tren de Sóller donde les esperaba la gran sor­presa. ¡Ese iba a ser su medio de transporte! Los invitados disfrutaron de un precioso paseo con el Tren de Sóller hasta el andén que tiene los Jardines de Alfabia, lugar elegido por la pareja para su convite.

Aquel que ha visitado los Jardines entenderá lo que quiero decir, es un lugar con magia. Te engancha desde la llegada con su imponente fachada como con cada uno de sus verdes rincones, el ruido del agua y estar rodeados de tanta natura­leza hace que creas estar a kilómetros de la ciudad, estando realmente a escasos 10 minutos.

El cóctel tuvo lugar a la sombra de su palmeral acompañado de música en vivo para amenizar. Creamos diversos espacios con estaciones maravillosas para hacer que todos los invita­dos pasearan por el lugar, era un verdadero oasis fresco en pleno mes de agosto.

Durante la puesta de sol fuimos sentando a los invitados a la mesa. Para el convite Sofía y Federico habían preparado el pla­to fuerte. Cada detalle estaba pensado al milímetro. Se creo un espacio acogedor con preciosas lámparas de caña y bam­bú, así como una increíble decoración floral preservada sobre la larga mesa presidencial. Los colores que marcaban el ca­rácter de esta boda eran naturales y orgánicos con pequeños toques granates, blancos y mostaza. Disfrutaron de una agra­dable velada de risas, buena comida y compañía de los suyos. Cabe decir que en cada una de las palabras que se dijeron durante la cena se veía el amor que desprendía esta pareja.

Para cerrar la noche, ubicamos la fiesta en el lugar que des­de el inicio nos había llamada la atención: su fachada. De día su color y el paso de los años te cautiva, pero por la noche iluminada era todo un espectáculo.